martes, 29 de diciembre de 2009

Pray 3: Paradise Lost

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Poco a poco salgo de mi sueño, pero no abro los ojos como de costumbre. Deseo seguir dormido no importa que suceda. La brisa del viento relaja mi cuerpo mientras trato de volver a apagarme. Todo está tan tranquilo cuando uno está en la cama, insanamente tranquilo, no escucho los gritos de mi madre renegando sobre la bomba que me pegué anoche. Debí haber estado extremadamente ebrio como para haber imaginado o alucinado tonterías como las que mi mente parió. Que extraño, no hay sonidos, salvo el del viento, el de cortinas, el de aves, hay calma, calma hermosa y pasional, esto no está bien.

Abrí mis ojos lentamente y veo que el lugar donde estoy no es mi cuarto por ningún lado, me siento en la cama para saber si sueño o no, y para asegurarme me muerdo el cachete por adentro. ¡Auch!, me saqué sangre, me dolió, osea que no estoy soñando. Mi corazón comienza a latir con fuerza y mis recuerdos se tornan más serios. Permanezco sentado en la cama, y contemplo la habitación en la que estoy. La cama es grande, como para moverme todo lo que yo desee, y las sábanas son de una tela muy liviana y fresca, creo que es algo así como la seda. Las almohadas, bueno las almohadas siempre serán almohadas, pero éstas tienen dibujos muy bonitos de animalitos y ángeles. Miro al rededor y observo que al lado de mi cama hay una un velador que contiene una lámpara que en vez de foco tiene un cristal de color amarillo. También veo un vaso con algo que parece gaseosa de cola; la ventana que está cerca a mi cama es enorme y está entreabierta, no puedo ver que hay afuera porque las cortinas plateadas que tapan el sol están cerradas. Me bajo de la cama, y el piso es fresco y cómodo. Presto atención a mi descalzo ser, solo vistiendo mi ropa interior de la noche anterior. Me pongo una bata azul que estaba por ahí y me dirijo al ventanal, una vez ahí, abro un poco de la cortina, y observo un terreno en extremo hermoso. Por la sensación que me dio tal paisaje, decido abrir toda la cortina (y después de averiguar cómo se abrían) consigo abrir las ventanas y sentir la fresca y tibia brisa de ese lugar. Veo enormes campos de color verde con muchas flores muy bonitas, árboles de todas las clases y tamaños, aves que revolotean por todos lados, y una que otra persona caminando por ahí. Una gran alegría embarga mi ser, quizás solo porque es un paisaje bonito, uno en el que el horizonte es eterno y como a un águila, nada lo alcanza.

Busco mi ropa y no la encuentro, en su lugar, hay un extraño atuendo de color negro que decido probarme. Nunca una prenda me había encajado tan bien como aquél atuendo. El traje era bastante similar al que utilizaban los marineros árabes en alguna época, pero con la diferencia de que en el hombro derecho había un peto, uno similar al de una armadura. No había calzado, ni calcetines, osea que tenía que caminar a "patacala".

- ¿Me quedo esperando a que me busque alguien?-Pensé- ¿Qué diablos hice anoche, es la primera vez que amanezco en una casa ajena, con quien me habré acostado?

Con un buen "Que Chucha" mental, me dirijo a la puerta, la abro decidido y veo un pasillo con paredes de alabastro (lo se porque lo leí en un cuento), y camino en dirección a los jardines, buscando una puerta que me permita ir ahí. Es entonces cuando veo a Frank sentado bajo un árbol fumando un cigarrillo. Sentí paz al saber que no era el único conocido ahí. Avanzo y grito el nombre de mi amigo. El me responde y se pone de pie. Cuando me acerco le pido el cigarrillo y me pregunta:

- ¿Sabes dónde estamos?
- No tengo la más mínima idea, ¿Tu no tienes nada de información?-Respondo
- No, solo desperté y vine aquí. Admito que siento un poco de miedo en este instante.- Dice Frank, mirando a otro lado.
- Yo también tengo miedo, esto es muy extraño, ni siquiera puedo entender si lo que pasó anoche fue verdad.
- De hecho que lo fue muchachos- Dijo ella.

Ella, la que habló interrumpiendo nuestra conversación, fue la tal Isabella, quien anoche nos "salvó" y nos trajo aquí. Ella vestía un traje estilo japones de color blanco, con un círculo rojo en la manga izquierda. Su cabello rojo estaba de color negro, y su rostro y su voz eran iguales.

- Bienvenidos al Paraíso, ahí en donde han despertado, es el Palacio de los Dioses, conocido también como Aquelarre Intemporal. Yo soy Isabella Espada, de Amaterasu Omikami. Y los he traído hasta aquí porque ustedes son como los que aquí moran.- Dijo ella, seria, parca, sexy.
- ¿Estamos muertos?- Pregunta Frank con seriedad, seguido de una suave y super hot carcajada de la señorita.
- No, pero sin mas rodeos, vamos a donde están los Vanir.- Dijo ella.
- Los Vanir...¿Y esos quienes son?-Me tocaba ya hablar con ella.
- Vengan ustedes, ya sabrán.- Dijo Isabella, empezando a caminar elegantemente. Nosotros la seguimos sin chistar.

Entramos al palacio, y en los muros habían enormes pinturas de todas las culturas habidas y por haber, nadie más había en los pasillos, salvo nosotros. Luego se subir unas escaleras (sorprendentemente, ni Frank ni yo nos agotamos subiéndolas) llegamos a un par de enormes puertas de oro macizo, con un enorme grabado que ilustraba a un grupo de gente parada sobre las nubes y señalando a un mundo con edificios que estaba por debajo de su nivel. Isabella abrió las enormes puertas solo con un suave toque de su delicada mano y entró, seguida por nosotros. Atravesando las puertas había un enorme salón con techos altos que tenían la forma del universo, mostrando constelaciones y nebulosas en movimiento. Isabella nos llevó al frente de personas, sentadas en tronos enormes e imponentes. Isabella saludó y habló a los presentes.

- Poderosos Vanir, traigo a ustedes, a Thor, Dios del Trueno, la Tormenta y la Guerra ; y a Angra Mainju, Dios de la Destrucción en sus mil formas. - Luego de decir eso, ella nos señaló e inclinó la cabeza a sus superiores.
- Que tal- Dije yo, mientras Frank solo hizo una venia con la cabeza.
- Que agrado tenerles aquí al fin- Dijo una señorita de ojos verdes y cabellera rubia como el oro.
- No son más que dos mocosos- Dijo un hombre que tenía los pies puestos en los brazos de su enorme trono.

Cuando pensé que nos fastidiarían por nuestra edad, uno de los Vanir se puso de pie y caminó hacia nosotros. Un viejo tuerto, alto, musculoso, con larga cabellera rubia era él. Abrió sus brazos y le dio un gran abrazó a Frank con mucha fuerza, alzándolo del suelo unos centímetros.
- ¡Hijo Mío!- Dijo el señor- ¡Donde te me habías metido todo este tiempo, te he esperado con tanto esmero y paciencia!
- D...disculppe... pperooo.... no... no soy.....uhhh.... ¡No puedo respirar!- Chilló Frank.
- Oh, lo siento, disculpen mi emoción- Dijo el caballero tranquilizandose, y retrocediendo un poco- Yo soy Odín.

Odín, ese nombre lo había escuchado en el folklore nórdico, claro, Odín, el Padre de los Dioses Nórdicos, por eso abrazó a Frank y le dijo Hijo, porque Frank es Thor, hijo de Odín.
- Nosotros somos los Vanir, las siete cabezas de los Dioses- Dijo un anciano que se encontraba en el trono del medio.- Yo soy Wiracocha, y estoy a cargo de los Vanir.
- Yo soy Zeus- Dijo un hombre de cabello blanco pero de rostro joven, sus ojos eran un azul eléctrico.
- Soy Quetzalcoátl- Dijo la mujer rubia.
- Soy Vishnu- Dijo el tipo que estaba sentado con los pies en los brazos de su trono.
- Mi nombre es Ra- Habló un muchacho de no mas de 20 años, que estaba sentado en su trono con lo que parecía ser una consola portátil de videojuegos.
- Yo soy Marduk- Dijo un hombre calvo de piel oscura y gran talla muscular.
- Nosotros somos los Vanir, Los Siete Dioses que están a cargo del Panteón Universal, y hemos decidido llamarlos a ustedes, cómo a los demás.- Dijo el anciano Wiracocha.

Una extrañísima sensación me recorrió el cuerpo, estos tipos tienen una presencia extremadamente poderosa. Es como si cada uno de ellos representara al Universo, como si cada uno de ellos tuviera su propia gravedad, como si toda la creación girase a su alrededor. Cuando el anciano Wiracocha dijo "hemos decidido llamarlos a ustedes, como a los demás"cientos de dudas comenzaron a carcomer mi corazón y mente, sin duda alguna, esto no era un sueño, lo que sentía, lo que veía, lo que escuchaba eran pura verdad, cuestiones mitológicas que eran hechos definitivos aunque incomprensibles aun para mí. Mientras yo pienso en las cosas, escucho la fuerte voz de Marduk diciendo:

- ¿Tú eres Angra Mainju no es así?
- Eh, Si señor así es.- Respondí tímido. Pude contemplar el pálido rostro de Isabella, ver su expresión de "¡demonios!" no me generó mucha confianza que digamos. El tal Marduk se puso de pie y caminó hacia mi, poniéndose cerca mío.

- He oído sobre ti en innumerables ocasiones, eres el Espiritu Destructor. Señor de las Calamidades de ésta tierra, me recuerdas tanto a El.- Dijo Marduk
- ¡Ya basta Marduk!- Gritó Wiracocha.
- Me pregunto, si tu poder destructivo soportara un golpe de mi puño con tu frágil carcasa de carne.-Amenazó el Dios.
Marduk me lanza un puñetazo, pero no me golpea, no por mi poder, si no porque Odin lo detiene con una sola mano.
- Ten mucho cuidado cuando obres frente a otros Dioses buen Marduk, no permitas que tu ira te nutra ni tu odio te dé de lactar.- Dijo Odin, con voz seria e imponente, digna de un Dios.
Inmediatamente Marduk regresó a su trono, sin quitar la mirada de mis ojos marrones que mostraban mi mirada asustada como conejo frente a lobo.

- Muy bien muchachos, ahora mismo conocerán a sus compañeros, por favor diríganse a los campos exteriores, y socialicen con los demás- Dijo Wiracocha- Amaterasu les dirá la situación con más detalle, al igual que sus compañeros.

Salimos de la presencia de los Poderes, en silencio, intimidados. Pasamos por las grandes puertas doradas y vimos a otras personas de edad similar a la nuestra, muchos curiosos, otros con rostros amigables, algunos observándonos con algo de desdén. Uno de ellos se nos acercó, un muchacho de cabellera castaña y ojos del mismo color. Su rostro furibundo nos observó, y con la lanza que portaba nos apuntó. Al hacer eso sus ojos se tornaron rojos y dijo:
- Yo soy Joseph Barragan, pero para ustedes, yo soy Ares, el Dios de la Guerra. Ahora bien que están aquí, en terreno santo, deberán probar que son capaces de entrar a la Guerra Santa.
- ¡Joseph basta, no tienes que presionarlos ahora mismo!-Grito Isabella.
Joseph sonrió mientras su lanza permanecía sin movimiento alguno, nisiquiera el del típico temblar de un cuerpo vivo. Algo malo esta a punto de pasar. Espero estar equivocado.


martes, 1 de diciembre de 2009

Pray 2: Destrucción

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Rodeados por todos lados por una turba de personas asustadas, rodeados por todos lados por un centenar de armas aputándonos para dispararnos. Oficialmente, Frank y yo nos habíamos vuelto una desconocida amenaza para la gente de la ciudad en la que habíamos vivido toda nuestra vida. Las fuerzas del orden nos ordenaban poner las manos en la nuca y arrodillarnos. Por mi mente se arrastraba la voz de Angra Mainju diciéndome : "Mátalos, mátalos a todos y escapa"; pero mi lado conciente no me lo permitía, mi razón era grande. Por otro lado, Frank comenzaba a rodear su cuerpo con centenares de chispas eléctricas.

- ¿Qué mierda planeas hacer?-Dije con los dientes juntos.
- Me los voy a "bajar" a toditos para que vivamos pues idiota- Dijo Frank.
- Tiene que haber otra solución, algo que no implique violencia, algo que no nos meta en más problemas- Le dije con cólera.
- A ver, que propones que hagamos- Refunfuñó Frank como que el tuviese la razón- Estamos rodeados, y a menos que sepas como podemos irnos volando no creo que salgamos de ésta, no podemos tener miedo en éste momento.
- No tengo miedo -Mentira- sólo que debemos ver una forma de no lastimar a las personas, ellos solo atacan lo que no entienden.

Ni bien terminé de decir eso, todos nos dispararon. Las balas se escuchaban como cuetes en navidad o en fiestas patrias. Las malditas balas golpeaban mi carne, mis huesos y mis nervios, pero lo gracioso de ésto, es que no me dolió....¡Ni un carajo! Es totalmente incomprensible que a pesar del dolor (o muerte) que se es producido por una rafaga similar de balas no se genere la más mínima sensación de dolor, lo más logico es que se deba a la condición divina que hostento ahora. Frank tampoco sucumbió ante las balas, pero se tiró al piso, mientras yo me arrodillé. Las fuerzas del orden entonces se aproximaron a nosotros sin bajar la guardia, simplemente me apuntaron a la cabeza mientras que Frank se levantó envuelto en energía eléctrica. Sujetó a uno de los soldados y le produjo una tremenda descarga eléctrica.

- ¿¡Pero que en el nombre de Dios estás haciendo!?- Grité.
- Oye, no podríamos estar en peor situación- Dijo Frank, como si tuviera la razón nuevamente.

Las fuerzas del orden comenzaron a disparar, e instintivamente mis sombras comenzaron a generar un bloqueo evitando que las balas me caigan. Propiedad física interesante la de solidificar una sombra. Las balas volaban por todas partes, y Frank y yo hicimos lo más lógico: Correr. Corrimos como nunca antes en nuestra vida, pero nuestro físico no daba tanto, puesto que el cigarrillo había carcomido gran parte de nuestros pulmones, absorvíamos la mitad del oxígeno que deberíamos. Era dificil mezclarse entre la multitud, pues todos nos reconocían y temían. Solo podíamos correr como antílopes de los guepardos.

Poco a poco la multitud comenzaba a dispersarse por el sonido de helicópteros que venían, hélices de muerte escupidoras de hierro explosivo, sedientas de un objetivo. Frank y yo decidimos entonces cambiar de dirección y dirigirnos a una zona donde hayan buenos escondrijos para resguardarnos. Comenzamos a correr y un helicóptero descendió peligrosamente dispuesto a lanzar una ráfaga de balas cuando la multitud a nuestro al rededor se disperse.

- Ustedes dos deténganse, quedan detenidos por alterar el orden público y asesinato.

¿Asesinato? Vayanse a ca....

La gente se dispersó y nosotros permanecimos quietos, entonces el helicóptero comenzó a liberar una lluvia de balas, una lluvia que estaba a punto de dejarnos como coladeras, aunque lo que entendí por el incidente anterior era que éstas balas no nos darían muerte, pero por su calibre superior nos causarían dolor. Las balas entraban a nuestros cuerpos mortales y el dolor nos causaba un placer extraño. Frank se encargó de la policía, si yo me encargo de un helicóptero y accidentalmente mato al tipo que lo pilotea, creo que no sería tan grave como lo hecho por el dios del trueno. Gracioso era que los poderes de Frank eran más faciles de controlar que los míos propios, así es que solamente atiné a solidificar unas sombras y usarlas como un escudo. A pesar de mi técnica, las balas seguían golpeando y poco a poco hacían fisuras en el escudo sombra. Frank me dijo:

- Ace tienes que atacarlos, deja de cubrirte, ellos tratan de matarnos, estamos en nuestro derecho de defendernos

Y una voz en mi interior que era la del espíritu del Dios que me poseía me dijo:

- Ace tienes que atacarlos, deja de cubrirte, ellos tratan de matarlos, defiendete, destrúyelos, satisface tu líbido de destrucción, los Hombres no son más que trigo en nuestra cosecha.

Bueno, ni que hacer, mi instinto se hacía mas fuerte cada vez. Cuando mi escudo sombra se destrozó y nos cayeron las balas, pude contemplar a lo lejos a otro helicóptero que se acercaba, entonces simplemente entendí con mi cerebro humano que era matar o morir (aunque era inmortal). Dejarme llevar por mis instintos, por mis poderes, por ese ser que en mi mundo interior mora y espera con ansias mi desenvolvimiento, si, soy algo más de lo que pensaba, no soy m0rtal, no soy carne, soy sombra, destrucción, muerte, helada, plaga, soy Ace, no, soy Angra Mainju, soy un Dios.

Las bestias de hierro se aproximan con su fuego, y yo estoy decidido, las sombras danzan a mi alrededor como un fuego negro, mientras en mis manos se condensa un torrente negro, una sombra que se convierte en metal, formando una cimitarra con un pequeño dibujo de un toro alado de babilonia en la hoja negra como el olvido, la guarda tenía la forma de una estrella de seis puntas, y el mango era de color púrpura con dibujos de serpientes en el. Una vez contemplada mi bestial espada, la alzo en lo alto, la agito, y sombras reptan hacia el helicóptero que estaba delante mío, lo parto en dos, explota, cae frente a mi, y sus tripulantes en llamas arden. El segundo helicóptero se aleja y las fuerzas del orden retroceden. Yo y la cimitarra permanecemos listos para más, nos gusta, nos agrada, y estoy totalmente concentrado en mi sinfonía de destrucción. El fuego y los cuerpos frente a mi me recitan poemas de amor y romances sanguinarios, mi voz interna susurra como el deseo lujurioso de poseer a una hermosa mujer, y las sombras piroclásticas que a mi alrededor danzan toman forma de mujeres curvilíneas y sexuales. Me pierdo, como la estrella en el amanecer.

Frank toca mi hombro despertándome de mi éxtasus, me dice que debemos irnos aprovechando que se replegaron los helicópteros. Los militares nos vuelven a apuntar, y decidimos entonces no atacar más. En suficientes problemas estamos ya. Los militares y los policías lanzaron entonces muchas granadas de gas lacrimógeno, el cual si nos afectó. Poco a poco la cantidad de gas se iba incrementando y nuestros cuerpos mortales comenzaron a lascerarse por las balas y por el gas. Con mucho esfuerzo Frank me decía "levántate Ace" pero yo no podía, mi bajo peso corporal me hacñia débil contra esa clase de gases, además de mi fragilidad en los bronquios y mi asma. Me desvanecía, y Frank cayó de rodillas. Vomito, no tengo energía más que para respirar el gas, Frank esta a punto de desmayarse, lo observo, pero mis ojos estan que arden, que sensación más irritante.

-¿ Nos jodimos?- Pregunté.
- Al parecer ya fue - Respondió

Entonces cuando las fuerzas del orden se acercaban más para detenernos y luego meternos en una celda extraña por el resto de nuestras miserables existencias, algo sucedió, algo increíble. Una mujer apareció entre nosotros y los agresores, una mujer de cabellera roja como la sangre y piel blanca como la inocencia. Con agitar su mano el viento disipó el gas lacrimógeno, y al fin pudimos respirar. Cuando inhalamos como peces en el mar, la mujer habló con imponente voz:

- Rigby "Ace" Tapia de Angra Mainju, Francese Bellido de Thor, yo soy Isabella Espada de Amaterasu Omikami. Nos vamos al Palacio de los Dioses.

Frank quedó anonadado ante la belleza de tal mujer, yo no entendía lo que ella decía.

- ¿Palacio de los Dioses? ¿Qué es eso?- Pregunté.
- El Panteon del Destino, donde avatares como nosotros moramos, y nos alistamos.-Dijo Isabella.
- ¿Qué quieres decir?- Pregunté.
- Ya a su tiempo lo sabrás Espíritu Destructor.

Luego de decir eso, Isabella puso su mano en extraña posición y luego de ella brillar como el Sol, desaparecimos de los ojos de los Hombres, para aparecer al frente de los ojos de los Dioses.